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Manuel Parra Palacios, analista y documentalista científico-técnico en Repsol

La sostenibilidad como nueva ola de la innovación

Existen muchas definiciones de la innovación dependiendo del ámbito, sector o incluso época, pero todas ellas tienen que ver con soluciones viables y escalables aplicadas a los sectores productivos  que comportan un proceso de aprendizaje de relación con el entorno circundante técnico, tecnológico, empresarial, regulatorio, etc. El resultado final es una mejora viable y cuantificable que impacta en el entorno social y representa una ventaja competitiva de las empresas/sectores/industrias que es muy valiosa en tiempos de cambio e incertidumbre como los actuales. La innovación es especialmente importante en sectores donde la competencia en los diferentes mercados es alta o lo es la dependencia de materias primas, energías, conocimiento o propiedad intelectual, de manera que un cambio en estos aspectos puede incidir de manera muy fuerte en las cuentas de las empresas / sectores. La OCDE definió en 2006 la innovación como “la introducción de un nuevo o significativamente mejorado producto, servicio, proceso o método de comercialización u organizativo reflejado en prácticas internas de la empresa, organización del lugar de trabajo o relaciones exteriores”.

La aplicación de la innovación a la sostenibilidad busca reducir el uso de recursos naturales y energéticos, así como minimizar los impactos en forma de emisiones, efluentes, residuos y otros impactos de tipo social .Hasta el día de hoy se han dado cinco olas globales de innovación, que también aplicaron parcialmente a la innovación dirigida a reducir los impactos medioambientales. Sin embargo, en 2005 los profesores Karlson Hargroves y Michael Smith de la Universidad de Curtin, Australia, en su conocido libro “Natural Advantage of Nations: Business Opportunities, Innovation and Governance for the 21st Century” enunciaron que la sexta ola de innovación sería la de la sostenibilidad que incluiría desarrollos econinnovadores, pero que iría más allá de ser parte del desarrollo general  para conformar el corazón del gran cambio, como fue en la primera olla de innovación la mecanización, en la segunda la máquina de vapor, la electricidad en la tercera, el uso de la electrónica en la cuarta, y la comunicación y redes digitales en la quinta, como se puede ver en la Figura 1.

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Figura 1. Diferentes olas de la innovación. Adaptado de Hargroves, K. (eds). Smith, M (eds) (2005) Natural Advantage of Nations: Business Opportunities, Innovation and Governance for the 21st Century. Routledge. London

El ser el corazón de la innovación implica que los cambios serán técnicos, tecnológicos, científicos, pero también económicos, sociales incluso políticos de forma que modificarán la forma en los que los usuarios/consumidores empleamos la energía, productos y servicios, y como las empresas trazan sus estrategias mediante criterios medioambientales, sociales y de gobierno, actualmente voluntarios pero con mayor peso cada vez. Por último, también impactará sobre los países, regiones, ciudades y organizaciones supranacionales de cara a generar entornos y mandatos, que impulsen esta “forma de hacer”.

Con una sexta oleada de la innovación, en esencia ecoinnovadora, y de acuerdo con la dinámica de las oleadas globales de innovación, con impactos cada vez mayores pero, a su vez, tiempos de dominio cada vez más largos, tendríamos un plazo de tiempo de 15 o 20 años donde crecería, se impondría, se asimilaría y poco a poco iría dando paso a la siguiente pero asumiendo los paradigmas de esta vigente.

En este caso el máximo impulsor no vendrá por las mejoras de los procesos, una mayor producción o una mejora de las comunicaciones, sino por el mandato de acción contra el cambio climático que habrá de ser global, a varias velocidades, acordado, comprometido y con palancas o puntos de apoyo de los países/sectores que convergerán a mayor velocidad en favor de los países / sectores de más difícil descarbonización y gestión sostenible.

De esta forma, y de nuevo atendiendo a lo que ha ocurrido en las oleadas de innovación anteriores, los cambios medioambientales, políticos, sociales, de liderazgo, de comunicación y de inversión en los próximos años serán el nuevo estándar de las empresas, prácticas, tecnologías y empleos, superponiéndose y superando a los anteriores a pesar de las resistencias. Este nuevo “estándar” global que llega a todos los actores marcará la “licencia para operar” necesaria en los diferentes mercados y sociedades, es decir, la forma en la que la sociedad acepta que se lleven a cabo las operaciones empresariales y comerciales. Esta licencia, que en gran parte está en manos de la opinión pública, va mucho más allá de las leyes y, mediante la agenda social y política en cada país, llega a modificar las mismas para adaptarse. Un ejemplo claro de esta modificación de la licencia para operar es la reducción y casi eliminación de la publicidad de las empresas de tabaco en las últimas décadas.

En este contexto general, y para adelantarse, es preciso conocer las megatendencias globales en las medidas de mitigación y adaptación al cambio climático, para adaptarlas a las condiciones locales, prever riesgos, buscar sinergias para la materialidad o priorización futura de las acciones en las empresas, sectores, etc. Por último, también hay que poner la vista en los desarrollos tecnológicos y de gestión que faciliten, catalicen y empujen este cambio de una manera que tenga el menor coste social, económico y en términos de empleo posible.

El supuesto de que esta ola de sostenibilidad no llegase a influir de manera global en todos los sectores y sociedades de forma global, implicaría que las resistencias, adherencias y fricciones del presente, y en general del corto plazo, no permitirían imponerse a la necesidad de acción urgente, decidida y acordada en la lucha contra el cambio climático en los diferentes escenarios evaluables. Un conjunto de esfuerzos que no puede ser simétrico para que el despliegue de la sostenibilidad no impacte en los índices de bienestar de las sociedades menos desarrolladas. De esta manera, el ejercicio del cambio debe adaptarse a cada caso generando los entornos políticos, legales y regulatorios adecuados que conformarán la licencia social para operar, esto es, la aceptación social de las actividades de las diferentes empresas que, más allá de las disposiciones legales o la responsabilidad social corporativa, marcará la priorización o materialidad de las decisiones futuras a tomar.

Dado que, según la Agencia Internacional de la Energía (IEA); las tecnologías aplicables para un horizonte de cero emisiones netas, netzero, están maduras solo en un 20-25% (Figura 2). El papel de la innovación, en todas sus etapas, hasta llegar a soluciones comerciales implantables en modelos de negocio hidridables y sinérgicos es clave. La innovación en las empresas, de manera abierta y fomentando el uso de tecnologías facilitadoras, como las tecnologías de la información, automatización, computación cuántica, ciberseguridad, etc. será clave en el futuro para llegar a esa inversión conjunta público-privada que se estima en más de 131 billones de dólares entre 2021 y 2050, según IRENA. Todo esto solamente en tecnologías limpias de generación y uso energético a nivel global.

 

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Figura 2. Escenario de tecnologías para la reducción de CO2 en el horizonte netzero en 2050. Fuente “Energy Technology Perspectives 2020 – Analysis”. IEA.

Para andar este camino es preciso reforzar todos los eslabones de la innovación desde la investigación científica básica, el desarrollo de modelos y prototipos, hasta llegar a pruebas de concepto, pilotos, demostración, en plantas industriales a diferente escala, a lo largo de los distintos TRLs (Technology Readiness Levels) y así llegar a soluciones viables.

Estas soluciones requerirán de apetito por el riesgo y tolerancia del error, en la financiación y transferencia tecnológica entre los investigadores, emprendedores, empresas, sectores públicos y privados. Además, las empresas emprenderán un camino ambidextro desde las operaciones actuales, con un claro foco en la reducción de intensidad energética y de emisiones de gases de efecto invernadero, con operaciones sostenibles que favorezcan la consolidación y supervivencia. Ya que no hay nada más propio de las oleadas de innovación, como indicó Schumpeter en el lejano 1947, que un completo metabolismo económico, con balance final positivo, pero que implica un darwinismo, y por ello la adaptación o desaparición, de ciertos actores: empresas, tecnologías, modelos de negocio/liderazgo, etc.

La ola de innovación en sostenibilidad se alinea con unas macrotendencias generales de incremento de la población, urbanización, mayor uso de la energía y productos, que generan desarrollos y cambios sustanciales en diferentes áreas. En primer lugar, tenemos la innovación agrícola y ganadera incluyendo nuevos métodos de cultivo y explotación que reduzcan los impactos actuales del sector. Le siguen otros como la economía circular o la recolección de energía, (energy harvesting), que consiste en el aprovechamiento de la energía donde se produzca y preferentemente de fuentes renovables. También encontramos otras como el consumo ético o la filosofía de residuo cero. Finalmente, existen otras tendencias vinculadas a la lucha contra la pobreza, el hambre, igualdad, justicia y democracia que marcarán, también, ese futuro sostenible. Todas estas tendencias se sintetizan en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que las Naciones Unidas recoge en su agenda 2030 (Figura 3), y que marcarán la forma de producir, consumir y, por tanto, de gestionar el futuro.

 

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Figura 3. Objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas.

Los consumidores valoran crecientemente el adherirse de manera temprana a estas tendencias y las fuentes de financiación, tanto públicas como privadas, en forma de transparencia en los criterios ESG, valoran de forma más favorable a las empresas que lo hacen. Sin embargo, el nivel de esfuerzo económico, de consumo, así como el modo de emplear la energía y los bienes y servicios, son parte de este compromiso con la innovación sostenible en el presente y el futuro. Tanto la IEA, como otras entidades, señalan que la sostenibilidad y la transición energética se apoyarán en la compensación de emisiones y, junto con ellas, en la capacidad de generar sistemas de impulso y autofinanciación como los mercados de emisiones de CO2, que contribuyan al cambio tecnológico en el modelo energético global. Los principales focos tecnológicos en materia de descarbonización son los siguientes (Figura 4).

IMG_4_MANUEL PARRAFigura 4. Focos tecnológicos para la descarbonización en la transición energética. Fuente IEA.

  1. Energías renovables: principalmente solar fotovoltaica, eólica, solar de concentración, bioenergía, geotérmica, hidroeléctrica y sistemas de gestión avanzada de la energía.
  2. Conservación de la energía y eficiencia: sistemas de optimización de gestión y almacenamiento energéticos tanto por baterías como por otros métodos: hidrógeno, centrales hidráulicas reversibles etc.
  3. Electrificación de usos finales de la energía: industria, movilidad y uso doméstico, con especial foco en los sectores de más difícil descarbonización como la industria pesada (cemento, siderurgia y acero) o la movilidad de larga distancia.
  4. Generación y uso de hidrógeno como vector energético tanto como gas, líquido o en forma de amoniaco o metanol y la integración/acoplamiento/hibridación con otras tecnologías cleantech.
  5. Captura, almacenamiento y uso de carbono.
  6. Bioenergía con captura de carbono.

Un séptimo punto, aunque controvertido, sería el desarrollo de la energía nuclear con nuevos reactores modulares optimizados (SMR), con iniciativas pioneras tanto en China como en EEUU. El empleo de tecnologías de transición, como la propia energía nuclear o el uso del gas natural, en condiciones muy determinadas, como ha reconocido la UE en la taxonomía de inversiones futuras, permite que la situación actual pivote hacia la situación sostenible futura asegurando suministro seguro y menores shocks en los sectores industriales y sociales.

Este es el escenario previsible de la sexta ola de la innovación que compromete a países, regiones, ciudades, sectores y empresas. Un nuevo escenario global que introducirá múltiples enfoques y modos de producir, generar y usar la energía. Estos cambios obligan e impulsan, a repensar el presente y el futuro, apoyándose en una agenda política alineada, inversión público-privada e innovación tecnológica abierta a todos los actores.

Manuel Parra Palacios, analista y documentalista científico-técnico en Repsol